
El Hobbit está siendo vendida como la película del invierno. El blockbuster decembrino que ya dejó a Avatar atrás. Tres años en tiempo tecnológico es demasiado. Y esta vez no solo están prometiendo la tercera dimensión, sino un pequeño experimento conocido como HFR. No entraré en detalles sobre que significa esto del Higher Frame Rate o los 48 cuadros por segundo (lo pueden leer en la misma página de la película) pero es esta extraña cosa audiovisual que se parece más a la televisión o a los videojuegos que a aquello que solíamos llamar “cine”. Los movimientos son más rápidos, la acción se desenvuelve más en tu cara. Sí, hay algo extraño, algo que de inmediato no encaja. Al menos no en lo que estamos acostumbrados a que el cine debe aparentar. Esa intermitencia ponderosa. Nos educaron a diferenciar entre la ficción y la realidad pero nunca a confundirnos cuando una cosa se parece a la otra. Algunos dicen que las escenas se ven filmadas en sets, como las telenovelas, y eso es porque las escenas fueron filmadas en sets. Lo que ocurre en las movies es falso pero solo es tan falso en la medida que alguien tuvo que realizarlo para registrarlo. La perpetuación de la mentira. Yo no cuento eso como un error. Somos fantasmas flotando en mundos que no pertenecemos. ¿No será tanto que parecen escenarios sino que la parte lógica de nuestro cerebro esta recordándonos que el mundo de fábulas no existe? ¿Qué va a pasar cuando veamos una película en HFR grabada en una oficina? ¿Será la oficina un set o una oficina de verdad?
El cine como forma de arte no es nomas aquella visión extravagante o desafiante que nos narra un cuento para desgarrar el alma. O el intelecto. El arte también está en cuestionar al medio, no solo el discurso sino en la misma tecnología que lo reproduce. Desde el amanecer del hombre, solo se ha proyectado a 24 cuadros. Hollywood tiene que ver solo en tanto se necesite su dinero. La exploración siempre es cara. La tercera dimensión al fin se posicionó como un formato valido que un porcentaje de cinéfilos inmediatamente descalifica. Me pregunto qué sucede cuando Herzog hace su Cave of Forgotten Dreams o Wenders Pina. No es diferente a ver una increíble Dredd o Prometheus. En lo menos, es un caso de estilo sobre sustancia. Mentiría si tuviera un comentario que hacer sobre la historia de El Hobbit (ni leí el libro tampoco) porque yo estaba más infatuado con las imágenes. Hay algo increíble en ver a la cinematografía re-definida, valga la redundancia, ante tus ojos. En la era Pre-Avatar yo era un hater del 3D automático y desde entonces no me interesa ver otra cosa. Ahora con el Hobbit correría a cualquier película proyectada en HFR por default. Es como cuando Méliès hizo El Viaje a la Luna o esa representación que vimos a principios del año en The Artist donde el sonido destruye para engendrar de nuevo o incluso la mitológica invención del CinemaScope.
Regularmente estamos escuchando que lo digital, los streams y la piratería están destruyendo la experiencia cinematográfica. Que la gente no va al cine como antes. Y todo esto es en gran parte, no solo a la facilidad de acceso, sino que la mayoría del cine no nos ofrece reinventarse. Aquí viene una que si, y les sugiero, no debe ser una que pasen.
@brijandez
