Texto para inaugurar la nueva versión de un viejo blog: El Kinofago.
Es fácil ir al cinema y juzgar movies de ciencia ficción recientes como Jupiter Acending de los hermanos Wachowski o Chappie de Neill Blomkamp. Son películas extrañas y deformes, pero, tanto como se pueda ser en esta era: originales.
Nuestro cerebro está siendo hackeado poco a poco gracias a The Avengers o Star Wars o todas las sagas y secuelas y precuelas. Universos expandidos y prolongados de aquí al 2030. Series de televisión que se han spawneado de dichos universos y viceversa. El impacto de la continuidad serial de Game of Thrones, Walking Dead y demás mitologías que se extienden a través de años para ser contadas.
No estoy criticando al formato porque a mí me gusta y si continúan perpetuándolo será porque le gusta a muchas personas más. Es cool ser weird ahora y el entretenimiento que alguna vez fue marginal, ahora es suficientemente popular para quedarse en el mainstream. Si en 1996 le hubieras dicho a alguien que leías comics o Lord of the Rings, dos de cada tres personas te hubiesen dado un punch en la cara. Ya no más.
Hubo un tiempo donde la gente iba al cine a ver buenas historias entregadas en un solo episodio. La serie de James Bond (que ya venía de los libros) o incluso los westerns de Sergio Leone (su Dollar Trilogy) si bien eran parte de un universo expandido, se puede argumentar cada entrada se mantiene por sí sola. El entretenimiento no se concebía como esta cosa donde la gente tenía que consumir mucho de todo, quizá porque no había otras opciones anyway. Ibas a las pictures o te quedabas con tu televisión de cuatro canales.
Fue con el cine de horror, o culpa de George Lucas y Sylvester Stallone maybe que las secuelas se convirtieron en algo schlocky pero redituable. Es la fabrica de la que está tejido el capitalismo. Las movies dejaron de ser movies por que dueños de teatros y productores solo querían (quieren) meter nalgas a las salas. El negocio cambia, más importante aún o tal vez como consecuencia de, la cultura también.
Dependemos más hoy que nunca de la independencia. En las vueltas de tuerca que ofrece la vida, si lo pueden creer, el entretenimiento de bajo presupuesto alguna vez fue un concepto peyorativo. Salvo Mad Max: Fury Road, obra maestra parida del genio y el mercantilismo, volteamos a It Follows de David Robert Mitchell para maravillarnos sobre lo que se puede hacer con 2 (millones de, según Wikipedia) dólares.
Y es que el cine siempre ha conducido por una carretera extraña. De todas las artes continua siendo la más compleja, la que requiere docenas, a veces cientos, de manos y mentes para cumplir una visión particular. Gente técnica complaciendo a gente creativa. En el modelo de negocio de las moving pictures tiene más sentido que el control esté en manos del ejecutivo de saco y corbata que del artista torturado y gris. Y aquellas veces, cito de nuevo la gloriosa Mad Max, cuando ese artista tiene el control total sobre su artesanía, podremos amar o no el resultado, hablamos siempre de materia subjetiva, no se puede negar que al menos el producto es resultado 99% del artesano.
El productor Roger Corman, en su documental/homenaje del 2011 Corman’s World, vía una entrevista de stock footage, asegura que el artista debe ser capaz de expresarse con poco dinero. Le resulta obsceno que las películas cuesten millones de dólares y el empresario debería encontrar mejores maneras de invertir su dinero. Cuando el entrevistador le pregunta ¿Como en qué? Corman contesta, con una integridad que le corta la voz de la garganta: ese dinero se podría utilizar para reconstruir sectores vulnerables de la sociedad.
Estarán de acuerdo o no con Corman, pero en un mundo donde nos han convencido el dinero es la única solución a los problemas, el arte, en especial las imágenes en movimiento, podrían ayudar también.
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Starry Eyes (2014) |
Es fácil ir al cinema y juzgar movies de ciencia ficción recientes como Jupiter Acending de los hermanos Wachowski o Chappie de Neill Blomkamp. Son películas extrañas y deformes, pero, tanto como se pueda ser en esta era: originales.
Nuestro cerebro está siendo hackeado poco a poco gracias a The Avengers o Star Wars o todas las sagas y secuelas y precuelas. Universos expandidos y prolongados de aquí al 2030. Series de televisión que se han spawneado de dichos universos y viceversa. El impacto de la continuidad serial de Game of Thrones, Walking Dead y demás mitologías que se extienden a través de años para ser contadas.
No estoy criticando al formato porque a mí me gusta y si continúan perpetuándolo será porque le gusta a muchas personas más. Es cool ser weird ahora y el entretenimiento que alguna vez fue marginal, ahora es suficientemente popular para quedarse en el mainstream. Si en 1996 le hubieras dicho a alguien que leías comics o Lord of the Rings, dos de cada tres personas te hubiesen dado un punch en la cara. Ya no más.
Hubo un tiempo donde la gente iba al cine a ver buenas historias entregadas en un solo episodio. La serie de James Bond (que ya venía de los libros) o incluso los westerns de Sergio Leone (su Dollar Trilogy) si bien eran parte de un universo expandido, se puede argumentar cada entrada se mantiene por sí sola. El entretenimiento no se concebía como esta cosa donde la gente tenía que consumir mucho de todo, quizá porque no había otras opciones anyway. Ibas a las pictures o te quedabas con tu televisión de cuatro canales.
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Mad Max: Fury Road (2015) |
Fue con el cine de horror, o culpa de George Lucas y Sylvester Stallone maybe que las secuelas se convirtieron en algo schlocky pero redituable. Es la fabrica de la que está tejido el capitalismo. Las movies dejaron de ser movies por que dueños de teatros y productores solo querían (quieren) meter nalgas a las salas. El negocio cambia, más importante aún o tal vez como consecuencia de, la cultura también.
Dependemos más hoy que nunca de la independencia. En las vueltas de tuerca que ofrece la vida, si lo pueden creer, el entretenimiento de bajo presupuesto alguna vez fue un concepto peyorativo. Salvo Mad Max: Fury Road, obra maestra parida del genio y el mercantilismo, volteamos a It Follows de David Robert Mitchell para maravillarnos sobre lo que se puede hacer con 2 (millones de, según Wikipedia) dólares.
Y es que el cine siempre ha conducido por una carretera extraña. De todas las artes continua siendo la más compleja, la que requiere docenas, a veces cientos, de manos y mentes para cumplir una visión particular. Gente técnica complaciendo a gente creativa. En el modelo de negocio de las moving pictures tiene más sentido que el control esté en manos del ejecutivo de saco y corbata que del artista torturado y gris. Y aquellas veces, cito de nuevo la gloriosa Mad Max, cuando ese artista tiene el control total sobre su artesanía, podremos amar o no el resultado, hablamos siempre de materia subjetiva, no se puede negar que al menos el producto es resultado 99% del artesano.
El productor Roger Corman, en su documental/homenaje del 2011 Corman’s World, vía una entrevista de stock footage, asegura que el artista debe ser capaz de expresarse con poco dinero. Le resulta obsceno que las películas cuesten millones de dólares y el empresario debería encontrar mejores maneras de invertir su dinero. Cuando el entrevistador le pregunta ¿Como en qué? Corman contesta, con una integridad que le corta la voz de la garganta: ese dinero se podría utilizar para reconstruir sectores vulnerables de la sociedad.
Estarán de acuerdo o no con Corman, pero en un mundo donde nos han convencido el dinero es la única solución a los problemas, el arte, en especial las imágenes en movimiento, podrían ayudar también.
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It Follows (2015) |